El Barcelona debe tener el balón. Esa es una premisa histórica para la generación que empezamos a ver fútbol con el profeta Johan Cruyff. Secundada por Van Gaal, Rijkaard, Rexach, incluso el infausto Serra Ferrer, la idea de no ceder la iniciativa al contrario, de no dar balonazos se convirtió en la esencia del barcelonismo y su ideario futbolístico. Robson intentó implantar algo distinto y acabó siendo silbado mientras estaba ganando por 5 goles a 0 al Rayo Vallecano en el Camp Nou.
¿Significa realmente algo tener el balón? En realidad estamos hartos de ver a entrenadores de la escuela Capello triunfar sin balón. El entrenador italiano estuvo dos años en España y ganó dos ligas, la primera a base de balonazos de Hierro para Mijatovic y la segunda de Beckham para Van Nistelrooy. El fútbol a veces es muy fácil; saberlo jugar fácil no lo es tanto.
Un caso interesante es el del ideólogo del fútbol moderno, José Mourinho. ¿Quiere Mourinho el balón? Todos recordamos aquel tremendo partidazo contra el Barça en Stamford Bridge, diríamos que no. ¿Pero alguien recuerda al Oporto de Mourinho? Sobaba el balón hasta aburrir al contrario sin arriesgarlo en ningún momento.
¿Cambió Mourinho de sistema? Ni mucho menos, simplemente hizo pequeños retoques. Porque la clave no está en la posesión, la clave está en el control del partido. Y no existen mil maneras de conseguirlo, por lo menos sólo se han descubierto dos: aculándose en la propia área o asegurando la posesión; a partir de ahí la opción correcta depende de los jugadores de que se disponga en comparación con el rival. El Chelsea tiene la calidad suficiente en su centro del campo como para asegurar la posesión en la Premier, en Europa le cuesta más, especialmente contra el Barça, difícilmente nadie le puede quitar la posesión al Barça.
Nuestros problemas no están en el sistema. Se dice que ganamos la Champions de manera conservadora, sin duda, pero no a la italiana, simplemente nos dedicamos a asegurar al máximo la posesión, entre Puyol y Márquez, pero la posesión al fin y al cabo. El Barça y Frank Rijkaard necesitan recuperar la esencia que nos hizo campeones, no destruirla.
¿Significa realmente algo tener el balón? En realidad estamos hartos de ver a entrenadores de la escuela Capello triunfar sin balón. El entrenador italiano estuvo dos años en España y ganó dos ligas, la primera a base de balonazos de Hierro para Mijatovic y la segunda de Beckham para Van Nistelrooy. El fútbol a veces es muy fácil; saberlo jugar fácil no lo es tanto.
Un caso interesante es el del ideólogo del fútbol moderno, José Mourinho. ¿Quiere Mourinho el balón? Todos recordamos aquel tremendo partidazo contra el Barça en Stamford Bridge, diríamos que no. ¿Pero alguien recuerda al Oporto de Mourinho? Sobaba el balón hasta aburrir al contrario sin arriesgarlo en ningún momento.
¿Cambió Mourinho de sistema? Ni mucho menos, simplemente hizo pequeños retoques. Porque la clave no está en la posesión, la clave está en el control del partido. Y no existen mil maneras de conseguirlo, por lo menos sólo se han descubierto dos: aculándose en la propia área o asegurando la posesión; a partir de ahí la opción correcta depende de los jugadores de que se disponga en comparación con el rival. El Chelsea tiene la calidad suficiente en su centro del campo como para asegurar la posesión en la Premier, en Europa le cuesta más, especialmente contra el Barça, difícilmente nadie le puede quitar la posesión al Barça.
Nuestros problemas no están en el sistema. Se dice que ganamos la Champions de manera conservadora, sin duda, pero no a la italiana, simplemente nos dedicamos a asegurar al máximo la posesión, entre Puyol y Márquez, pero la posesión al fin y al cabo. El Barça y Frank Rijkaard necesitan recuperar la esencia que nos hizo campeones, no destruirla.